Más feliz que un búcaro.

Un día Paula y yo nos paramos delante del escaparate de la ferretería Bazar Victoria en la calle Entrecárceles. Me encantan las ferreterías. Ella me preguntaba que para qué servía esto y lo otro. De repente me dijo señalando un búcaro ¡Mira mamá que jarrón tan bonito! Debío pensar, por fin, algo que sé para qué sirve. Me hizo tanta gracia que entramos y le compré uno. Los hay de varios tamaños y elegimos el más pequeño, especial para niños, que sólo mide 19 cm.

No fué fácil explicarle que el búcaro servía para mantener el agua fría, que el agua se filtraba por los poros de la arcilla y que en contacto con el exterior se evaporaba produciendo el enfriamiento del agua. No creo que lo haya comprendido del todo pero puso tanto interés...
Llenar el búcaro por la boca, esperar a que sude como dicen por aquí a la sombra para que el agua se ponga fresquita, Coger el asa del búcaro con una mano, el cuerpo con la otra, levantar el búcaro y asegurarnos que el pitorro apunta a la cara, a cinco centímetros de la boca. Aprender a beber sin chuparlo, sin derramar el agua y sin atragantarnos ha sido muy divertido.
Hemos vuelto al Bazar Victoria y nos hemos comprado otro, esta vez chato. Su sencillo funcionamiento nos ha hecho Más feliz que un búcaro :)